(Momento actual)
Valencia, 18 de noviembre del 2012, 22:00
Después de un día largo y duro, por fin había llegado el
momento relax. Víctor estaba en su pequeño piso del centro de Valencia. Era
amante del agua y todas las especies que en ella vivían, por ello, lo primero
que hacía cuando llegaba a casa, era dedicar tiempo al acuario.
No era un gran acuario, era de tamaño medio, pero había
creado un gran ecosistema. Tras el cristal se podía ver una gran diversidad de
seres vivos, nadando en algunos casos y luchando por mantenerse estables, en
otros casos.
Víctor vivía solo desde que llegó a la ciudad cuatro años
atrás, para hacer sus estudios de biología marina. Era un joven cariñoso y
extrovertido, de los que no pasan inadvertidos cuando te encuentras con ellos
en un mismo local. En las clases de submarinismo era apodado como el sireno,
por el resto de sus compañeros; debido a su piel morena, pelo y barbita rubia
arreglada, y sus ojos de un color verde esmeralda.
Desde el principio se le había dado bien su pasión, y
destacaba por sus saberes sobre el resto de la clase; por ello poseía ese
trabajoso ecosistema marino en la habitación de estudios de su pequeño piso.
- ¡Qué día hoy! Menos mal que ya estoy aquí para haceros
compañía.-Hablaba en voz alta mientras alimentaba uno por uno a los peces del
acuario; y fue entonces, cuando sonó aquel estridente sonido. Por un momento
tuvo que dejar de hacer lo que estaba haciendo y taparse los oídos. – ¡Joder!
¿Qué es ese ruido?- mascullo Víctor; y acto seguido se escuchó: - Les habla el
capitán de la policía nacional, repito, les habla el capitán de la policía
nacional. Estamos ante un estado de alerta roja y deben abandonar todos,
repito, todos, sus edificios. Salgan de forma lenta y ordenada y diríjanse al final
de la calle, allí se les dará nuevas órdenes; repito, les habla,…-
Atónito, pasándole miles de situaciones por la cabeza se
levantó y volvió a escuchar el aviso del capitán.
Pasó por su cabeza la posibilidad de una explosión en el
edificio contiguo, un incendio, un accidente aéreo, e incluso una invasión
alienígena. Se calzó las botas, la chaqueta y dijo:-Ahora seguimos con la
comida pequeños-.
Al salir al rellano y a medida que bajaba iba escuchando más
voces. Un grupo de vecinos, incluido el presidente hablaban preocupados: -Pero
¿qué hacemos, cuándo volveremos a nuestras casas?- Decía una de las vecinas
mayores. –No lo sé, les digo que yo me he enterado de lo mismo que ustedes.
Será algún incendio o explosión de gas, ¡vete tú a saber! - Replicaba el presidente;
un hombre a lo mínimo ingrato.
Salieron en un grupo de ocho a la calle, Víctor situado el
último. La calle estaba inundada por una niebla semiespesa, y todos vieron las
calles llenas de gente; todos sin rumbo fijo, desorientados. Este hecho le recordó
a Víctor el comportamiento de los bancos de atunes, todos ellos juntos, donde
iba el primero, iban todos, y de fondo el gran azul, o la oscura niebla en este
caso. Fue en este momento cuando todo comenzó, cuando todo giró a la
destrucción. La niebla oscura comenzó a tornase rosa por el final de la calle, frente
a ellos, el lugar a donde todos habían sido desalojados y a donde se dirigían.
Luego, la niebla rosa comenzó a tomar forma de fauces, de unas fauces gigantes.
Comenzaron los disparos, el coche ocupado por el capitán y el megáfono salió
por los aires, cayendo a un lado de la calzada, las metralletas despedían humo
y llamaradas anaranjadas, la gente gritaba, corría, se abalanzaban los unos
contra los otros en la dirección contraria hacia donde iban los tiros; cundió
el pánico. Víctor se vio arrastrado por la multitud, pero lo vio, llego a ver
esa niebla rosa con forma de fauces, vio cómo se abrieron y se tragó a la mitad
de aquellos que disparaban contra “eso”.
me gusta...y me gusta el nombre Víctor.
ResponderEliminarCrispula