domingo, 13 de enero de 2013

1X08 Carolina y Eva


(Carolina y Eva antes del incidente)
Valencia, 18 de noviembre del 2012.

Carolina estaba frente al espejo del baño, terminando de cepillarse el pelo con movimientos repetitivos y cara de agotamiento. Sabía que esa iba a ser una larga tarde. Tenía que llevar a su hermanastra a una fiesta de cumpleaños, así que ya sabía lo que ello implicaba, tener que aguantar a 20 mocosos, corriendo y gritando de lado a lado, mientras las madres del resto hablaban de sus cafés, almuerzos, maridos,… Si, aquella tarde se le iba a hacer muy larga. Otro cumpleaños más al que llevar a Eva. Otro cumpleaños más que pasaría sentada en un esquina, sin hablar con nadie. Carolina solo esperaba que aquel cumpleaños no fuese demasiado largo.
-¡Qué bonita tarde me espera!- Ironizó Carolina frente al espejo. Ya había hecho planes con su amiga, para pasar la tarde de compras, tomando un café, y, con un poco de suerte, ver salir al chico que le gustaba de trabajar de aquel bar de Colón. Llevaba ya semanas observándolo, pero era demasiado tímida como para atreverse a decirle nada. Sin embargo, aquella tarde no iba a verlo, su padre, la había obligado, una vez más a hacer de canguro y pasar la tarde con Eva.

Quizás, la forma introvertida de Carolina, se debía a lo mucho que había sufrido en su vida. Con tan solo cuatro años, su madre se había ido un buen día sin despedirse de nadie, dejando en casa a ella y a su padre. Con los años, todo cambió un poco, su padre, encontró a Ana, una nueva madre para Carolina y poco después nació Eva. Ahora eran una familia feliz, pero en cierto modo Carolina sentía culpabilidad por la marcha de su madre, aunque su padre le había explicado muchas veces, siendo todavía una niña, que no era culpa de ella, ni de él, simplemente su madre se había ido.
Pasó toda la tarde en aquel odioso antro, un bar repleto de globos y toboganes. Evidentemente, al igual que ella sabía antes de salir de casa, estuvo en aquella silla naranja, apoyada contra la pared de la esquina, mientras el resto de madres, ahora criticaban los zapatos de la profesora de matemáticas. Mientras estaba en aquella silla no paró de pensar en aquel chico. Se miraba el reloj y pensaba: - Ahora estará a punto de acabar, se estará cambiando, estará a punto de salir,…- Y así pasó su tarde, pensando en lo que podría haber hecho si no hubiese tenido que estar acompañando a Eva en aquel cumpleaños infantil.
Por fin se hicieron las 20:30, y con la excusa de una falsa llamada de Ana, se fueron de aquel cumpleaños, mientras el resto de niños seguían saltando y las madres criticando.

-Carolina, ¿podemos pasar por el centro? Es que quiero ir al quiosco de siempre a por mí revista, porfi porfi- le suplicó Eva con su cara de pena.
-Bueno, pero tendremos que ir rápido, que ya son casi las nueve y van a cerrar, y tampoco quiero llegar muy tarde a casa que luego las broncas me las llevo yo.
-¡Bien!, corre, corre.- dijo Eva mientras cogía de una mano a su hermanastra para llegar lo antes posible al quiosco.

Estaban comprando la revista, cuando todo sucedió, se escuchó un fuerte estallido y ambas hermanas se asustaron. Carolina cogió fuerte de la mano a Eva y miró hacia el final de la calle, por donde segundos antes había llegado el estallido. No se veía nada, una fina niebla tapaba el final de la calle. Entonces se escuchó otro estallido por el lado contrario al anterior, esta vez por detrás de ellas, y esta vez sí que pudo ver como una finca cercana a la calle donde estaban comenzaba a perder sus tres últimos pisos, cayendo éstos sobre el asfalto de la calle. Comenzaron los gritos – ¡Qué está pasando Carolina, tengo miedo!- dijo temblorosa Eva. – No lo sé Eva, ven, dame la mano fuerte, volvamos corriendo hacia casa- Le contestó su hermana.
Ambas comenzaron a correr hacia su casa, mientras decenas de personas que antes caminaban por la calle, ahora se acercaban a los restos de escombros, con la boca abierta, para ver qué había pasado. Entonces apareció la gran cabeza rosa del dragón, rugió por encima de todos y se lanzó sobre los espectadores. Comenzaron los gritos, los lloros y Eva y Carolina, sin saber muy bien por qué, corrieron más rápido de la mano, solo lo habían oído, pero fue suficiente para sentir el pánico en sus huesos. Corrieron lo más rápido que pudieron, pero cuando estaban llegando a su calle, vieron que unan vallas la cortaban.

Carolina miró al fondo y vio a varios policías - ¿Qué pasa aquí? Yo vivo allí al lado, ¡quiero pasar!- gritó Carolina; pero nadie parecía haberla escuchado. Miró a través de la niebla, lo poco que le dejaba, y entonces comprendió lo que pasaba, había un ser monstruoso que estaba destruyendo la ciudad, como había pasado unos minutos antes en el centro, y no sabía cuanto antes, pero también había pasado por su barrio. Buscó su piso, y empezó a llorar cuando solo vio el aire, todo había sido derruido, aquella bestia había destrozado su casa, con su padre y Ana dentro. Estuvo llorando lo que le pareció horas, pero tal vez solo fuesen minutos. Se agachó y le dijo a Eva: -Venga, tenemos que salir de aquí- la cogió de la mano y tiró de ella. - ¡No! Carolina, tenemos que ir a por papá y mamá, están allí- dijo entre sollozos Eva. –Eva, cariño, no sé lo que pasa, pero no es algo bueno, algo está destruyendo la ciudad, y… nuestra casa ya no está, ya no está allí; debemos de salir de aquí, debemos de escondernos, para luego buscar a papá y mamá, porque ellos también se habrán escondido- dijo Carolina para quitar un poco esa preocupación que mostraban los ojos de Eva. Por supuesto, la idea de que sus padres no estuviesen en su casa en el momento y se hubieran escondido, no formaba parte de la cabeza de Carolina, por ellos seguía llorando cuando comenzó a caminar de la mano de Eva. No sabía a donde ir, pero tras unos minutos, se encontraron en medio de una estampida humana que se dirigía hacia el oeste y poco después un hombre con más prisas y pánico que el resto, logró separar las manos de ambas hermanas y quedar una alejada de la otra.

Mientras Eva pasaba la noche con Víctor, Carolina pasó la noche sola, en el portal de una finca, cerca del supermercado, llorando, sin saber dónde estaba su hermana. 

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