(Bruno y Mario antes del
incidente)
Valencia, 18 de noviembre del
2012.
Era primera hora de la mañana
cuando sonaba el despertador en casa de Bruno y Mario. Mario en la cama, apagó
el despertador y pensó ¿por qué no estaba Bruno a su lado? ¡Ah! Ahora lo
recordaba, la discusión.
Bruno estaba en el sofá, y no le
hizo falta despertarse cuando sonó el despertador, pues había estado
prácticamente toda la noche sin dormir; pensando en Mario, en él y en lo que
tenían.
Ambos fueron a la cocina a
desayunar, pero ese día no hubo un beso de buenos días, ni un siéntate que te
preparo yo el desayuno. Cada uno se limitó a deambular por la cocina, cogiendo
el café, leche y demás alimentos. Se prepararon el desayuno y se sentaron, uno
enfrente del otro y ambos se bebieron el café, sin decir nada.
Bruno fue el primero en terminar,
se levantó y lavó su taza, colocándola después en la bandeja de lo recién
lavado, luego desapareció por la puerta de la cocina.
Estaba Mario en la ducha, cuando
escuchó cerrarse la puerta de la calle de un portazo, Bruno se había ido.
Pasaron las horas y Bruno seguía
igual, por la calle, dando vueltas, buscando un buen pensamiento que le
solucionase los problemas que había tenido en su relación, que le diese la
receta perfecta para curar el daño que se hacían ambos. La última discusión,
igual que muchas otras anteriores, había sido irracional; era como la rosca de
un mechero, solo bastaba con llegar a casa, tocarla y ya comenzaban a saltar la
chispas entre ambos, todo se volvía discusión, gritos, malas caras,… y siempre
terminaba Bruno en el sofá, lo cual tampoco comprendía, ¿por qué tenía que irse
el siempre al sofá cuando la discusión la empezaba Mario? No lo sabía, no
encontraba ningún motivo para nada de lo que ocurría, pero esa era la realidad.
Ambos habían tenido una relación de más de tres años, pero todo había sido un
oscuro torrente en los últimos meses.
Ya era mediodía y decidió dejar
de pensar unos minutos para acercarse a comer en cualquier bar. No estaba lejos
de casa, pero no le apetecía subir a comer allí, pues Mario estaría llegando de
la editorial, donde trabajaba como columnista de una pequeña sección de
jóvenes, y tendría que soportar aquella incómoda situación del desayuno, de
nuevo.
Después de comer, fue a un parque
donde decidió pensar en todo, pero desde el principio, de forma ordenada, para encontrar
una solución. Tenía 24 años, uno menos que Mario y era un chico atractivo,
moreno y con unos ojos verdosos que le daban un toque exótico. Podría optar por
un montón de chicos nuevos, diferentes, que no le aportasen las discusiones que
le aportaba Mario, pero lo cierto es que él seguía con Mario por algo; y él lo
sabía, porque todavía soñaba con que volviesen aquellos primeros momentos,
aquellos meses en los que eran felices, aquellas sensaciones que ya casi no recordaba,
pues ahora habían dejado paso a los días de color gris oscuro.
Estuvo gran parte de la tarde
hecho un lío, sin saber que hacer, hasta que poco a poco le llegó la realidad,
y la solución. Supo que había llegado el momento de terminar con la relación,
si se podía llamar así a lo que ahora tenían. Por un momento tuvo miedo, miedo
de dejar escapar todo lo que había llenado su vida en los últimos tres años,
pero comprendió que si no lo hacía, que si seguía con aquella forma, acabaría
consumiéndose, pues era un hecho real, incluso en el trabajo, sus compañeros
del buffet de abogados, donde estaba terminando sus prácticas, se lo decían
últimamente –Parece que te esté apagando Bruno, antes eras más alegre y vivaz-
y él sabía que era verdad, al igual que también sabía porque estaba así.
Se levantó y sin pensar quiso
dirigirse al piso, si pensaba, quizás sus pensamientos rápidos y cambiantes hiciesen
que todo girase y cambiase otra vez, y no, si había llegado a esa conclusión
después de tanto pensar, es porque era la idea correcta y más racional. Comenzó
a dirigirse hacia su barrio. Ahora que lo pensaba, debería de ser tarde, pues
no había ya sol. Miró el reloj y ya eran más de las diez de la noche, ¡cómo
había pasado el día de rápido mientras él estaba en el interior de sus
pensamientos!
Estaba a unas manzanas de su casa
cuando todo le empezó a parecer un tanto extraño, sentía la sensación de que
nada estaba en su sitio, pero si se ponía a pensar, todo estaba en su sitio;
una situación extraña para él, y más cuando el corazón empezó a bombearle más
fuerte, estaba empezando a tener pánico, sentía el pulso en la sien. Mirando
alrededor vio que estaba en lo cierto, nada parecía igual que antes. No
circulaba ningún coche por la calzada y por otro lado estaba esa niebla pegajosa
que sentía alrededor. Miró hacia el final de la calle, donde estaba su piso y
vio que desaparecían unas luces intermitentes de color azul por la calle. Fue
entonces cuando sintió más miedo, respiró hondo y se dirigió hacia su piso,
corriendo, sin mirar atrás, por miedo a que pudiese ver algo.
Conforme llegaba se dio cuenta de
que la niebla era más espesa y las calles se comenzaban a llenar de gente cuyas
caras mostraban miedo, sorpresa e incomprensión. Fue entonces cuando se dio
cuenta que solo quería ver a alguien conocido. Quería que alguien le explicase
lo que estaba pasando. Quería ver a Mario.
Miró por encima de las cabezas, y
tardó un par de minutos, pero lo vio. Por encima de todas las cabezas vio la
media melena morena de Mario. -¡Mario, Mario!- comenzó a gritar. Mario giró la
cabeza, sus ojos color miel encontraron los de Bruno y la mirada de
incomprensión de Mario dio paso a una un poco más feliz.
Ambos corrieron, se abrazaron y
fue, cuando Bruno iba a besar a Mario, cuando se dio cuenta de que estaba
llorando.
-¿Qué ha pasado aquí? Preguntó
Bruno.
-¡No lo sé, no lo sé!, estaba en
casa, con el teléfono en la mano para llamarte, cuando empecé a escuchar el
altavoz de la policía… estamos en alerta roja, no sé lo que quiere decir, pero
la cosa pinta mal… por allí – dijo apuntando hacia el final de la calle – dicen
que hay algo que ha destruido casi media ciudad por el norte y yo… y yo estaba
preocupado por ti y…- terminó apagándosele la voz.
Bruno lo abrazó y le susurró al
oído: - Tranquilo, estoy bien. Ya estoy aquí y nada va a salir mal.
Ays,lo que daría yo por una frase como la del final. Aunque claro, teniendo en cuenta el resto a saber cómo seguirá eso!
ResponderEliminarLo malo es que o la frase no se ha dicho con sinceridad, o ha tenido que pasar algo muy gordo (alerta roja), para que Bruno sienta de verdad esa frase :S
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